Festival de Primavera 2018:
* Aplaude el público al grupo de la Universidad de Hidalgo en el Teatro Socorro Astol
Una puesta en escena novedosa, minimalista y diferente a la versión que conocemos de la obra teatral El Jinete de la Divina Providencia, de Oscar Liera, fue la que ofrecieron cuatro jóvenes actores de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo en el Teatro Socorro Astol la noche del jueves 14 de junio, dentro del Festival de Primavera 2018, que organiza el Instituto Sinaloense de Cultura.
Ni piedras llenando el escenario ni un cuadro grande de actores ni vestuarios de la época porfirista. Al contrario, un grupo de llantas en desuso, un largo asadero hecho con un tambo de 200 litros y alguna utilería para reforzar a los múltiples personajes que interpretaron, transformándose de uno a otro ante el público, incluso en ocasiones compartiéndolos.
Bajo la dirección de Jesús Islas Ambriz, El Jinete de la Divina Providencia es la propuesta escénica de egreso del alumnado de último semestre de la 21ª generación de la Licenciatura en Teatro, integrada por los jóvenes Lino Botello, Xenia Carbajal, Gabriel Ximénez y Angélica Huerta, quienes fueron intensamente aplaudidos por el público, parte del cual estuvo encima del escenario, “confundiéndose” con el “pueblo” de la historia.
Quienes ya conocen el montaje con el que Liera se inició en el teatro regional, la obra trata sobre la leyenda del bandido generoso Jesús Malverde, de la época porfirista en Culiacán. La Iglesia en los 80 realiza una investigación sobre los milagros del ánima de Malverde, para beatificarlo en caso de que proceda, y los fieles del santo bandido cuentan lo que saben.
Paralelamente transcurre la historia en la que se reflejan los abusos del poder de la época –tan parecida a la actual-, el texto desbordante de poesía, los personajes entrañables (Adela, la Cuanina, Hilario, El gran Polydor, Obdulio Pacheco) y los que representan al poder (Cañedo, Redo, Juan Martínez) y el invisible pero omnipresente Jesús Malverde.
Los cuatro actores, ataviados con monos de trabajo color caqui, a los que agregaban un paraguas, un alzacuello de cura, un pañuelo, un sombrero o rebozo para caracterizar a un personaje u a otro, impostando voces, multiplicando caracteres, supieron narrar la historia entre ágiles movimientos, sin cansar al público, manteniéndole expectante, provocando risas en algunos momentos, asombro en otras, pero sin perder nunca el hilo de la historia.
Al final, el ISIC les entregó un reconocimiento por su participación en este Festival, y ellos agradecieron las facilidades por presentar esta obra en una ciudad con historias como es Culiacán.
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