*Estreno especial para el Festival
Cultural Sinaloa 2017, en el TPV
“Solo les
pedimos que se relajen y se dejen llevar por los sonidos” – dijo el
percusionista Diego Rojas, antes de iniciar el concierto de Safa Ensamble de
Percusiones en el Teatro Pablo de Villavicencio-. “Drumming no es una composición fácil de tocar ni de escuchar”.
Y en
efecto, la pieza para percusiones del norteamericano Steve Reich, que tiene
como base un patrón rítmico que se repite a lo largo de 75 minutos, tanto en
los cuatro pares de bongós como en las tres marimbas y las voces de una
mezzosoprano y una soprano; luego en los glockenspiels
(una especie de xilófono de metal) y
una flauta píccolo, mantuvo en vilo pero inquieto al público asistente.
La obra,
compuesta en 1971 tras una estadía del autor en África, se presentó dentro del
Festival Cultural Sinaloa 2017, que organiza el Gobierno de Sinaloa a través
del Instituto Sinaloense de Cultura, y ha tenido funciones en Los Mochis, este
sábado en Culiacán y el domingo en Mazatlán.
La
dirección estuvo a cargo del músico veracruzano Pepe García, actual miembro del
New European Ensemble y del grupo de percusión de La Haya Slagwerk Den Haag, de
liderazgo internacional y profesor de percusiones en el Real Conservatorio de
La Haya, Holanda, quien estuvo ausente de las funciones de estreno en Culiacán
por cuestiones de agenda, pero que en agosto pasado dirigió al grupo de nueve
percusionistas, dos voces y una flautista.
Participaron
en la parte medular los cuatro miembros de Safa: Diego Rojas (director
general), Alejandro Inda, Max Carreón y Eduardo Langner; como músicos
invitados, los percusionistas Juan Martínez, Abril Bojórquez, Roberto Zerquera,
Indira Yajaira Amaya y Jesús Alberto Lara, de Sinaloa; en las voces, la soprano
Carolina Wong y la mezzosoprano Oralia Castro, y en el píccolo, la joven
Itzairis López Inda, también de Sinaloa.
La pieza,
como dijo Diego Rojas, no fue fácil ni para los intérpretes ni para el público.
Es un solo patrón rítmico, repetitivo, primero con bongós, luego con marimbas y
voces, luego con glockenspiels y
píccolo y al final todos, los doce participantes y todos los instrumentos. Para
romper la monotonía, el patrón rítmico se desfasa, variando la intensidad del
volumen o en el timbre.
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