Por Francisco Chiquete Cristerna
El solo nombre de Héctor Müller Serrano evoca a los mazatlecos grandes acontecimientos contemporáneos. Hay razones para ello. Por décadas, no ha faltado a los hechos importantes de toda índole.
Müller cumple 80 años este 21 de marzo.
El Miler, como lo identifica todo mundo, es evocado por los mazatlecos como un dinamo cuya cuerda está siempre acelerada. Hoy no conduce tan rápido como antes, pero todavía va por encima del promedio. No tiene el don de la ubicuidad, pero es capaz de cubrir dos bodas al mismo tiempo, aunque para ello tenga que poner al sacerdote a repetir alguno de los pasos litúrgicos que él se haya perdido.
Es uno de los más asiduos asistentes a las iglesias, sin ser un religioso extremista, aunque por supuesto, ejerce la fe católica; y está en las grandes fiestas sin que beba en excesos o con frecuencia. Es el fotógrafo al que han acudido más familias en la historia de Mazatlán para que inmortalice sus momentos de trascendencia, de modo que su firma puede encontrarse en los álbumes fotográficos de bisabuelos, abuelos, padres e hijos.
La elegante escalera de su antigua casa aparece en las fotos de bodas, quinceaños y bautizos de cientos de personas y muchas de esas ceremonias se llevaron a cabo adecuadamente porque el propio Míler ordenó a los cortejos, ubicó a los actores y en algunos casos hasta corrigió a algún sacerdote que se adelantó, atrasó o entrambulicó con el ceremonial.
En todo ha estado y a todo le ha tomado fotos. EL colmo fue que haya retratado su propia boda. Ahí lo cazó otro lente, con el elegante smoking cruzado por las correas de tres o cuatro cámaras sobre su pecho.
Pero aunque se le conozca principalmente por la cobertura comercial o informativa de eventos sociales, ha sido un periodista completo. En 1976 la Planta Termoeléctrica amaneció un día con problemas técnicos muy serios. Héctor iba en su carro por ese rumbo y algo notó. Orillarse y sacar la cámara fue cuestión de segundos. La rapidez de su accionar le permitió tomar la foto del estallido. Al día siguiente El Sol del Pacífico destacó en su portada la imagen impresionante del cielo cubierto con un gigantesco hongo de humo, similar al que plasmaron las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. Por supuesto, ese año Mūller ganó el Premio Estatal de Periodismo en la rama de fotografía.
El gobernador Alfonso Genaro Calderón Velarde no empezaba los eventos si no había llegado El Chino Míler; Antonio Toledo Corro lo consideraba milagroso porque en la etapa de empleado bancario, Müller lo ayudaba poniendo hasta atrás las tarjetas donde se asentaban las deudas del Tigre a las que se debía ejecutar cobro; Francisco Labastida agrandaba su media sonrisa al verlo llegar apresurado para pedirle que repitiese el corte del listón, y así con los gobernadores subsecuentes..
Los Müller y los Tamayo de Culiacán lo “importaban” a la capital del estado para que les fotografiara todo tipo de eventos: sociales, empresariales, y gracias a ello logró generar un amplio mercado en esa ciudad. La Fraternidad Sinaloense en Los Ángeles, que encabeza José Ángel Barajas, lo considera un miembro destacado y los acompaña siempre, lo mismo que a Leones y Rotarios.
Sus amigos nos quedábamos angustiados cada semana santa porque sacaba y desempolvaba la legendaria Harley Davison de colección para enhebrar rebases de coches en el complicado tránsito vacacional. El pequeño cuerpo de Héctor parecía circular sobre un brioso caballo percherón mientras Martha Alicia González lo encomendaba ante todos los santos, escuchando en Alemán y Benito Juárez el poderoso zumbido del motor, que ya circulaba sobre Olas Altas.
Mi primer día de trabajo común con El Míler, en Sinaloa Opina, fue de sufrimiento. Siendo sábado, sólo disponía de ocho escuálidas notas para armar la edición. La salvación llegó como un rumor: hotel de la zona dorada estaba tomado por el Ejército. Fui y vi que en efecto, los soldados custodiaban las instalaciones. Pero el hermetismo de las fuerzas armadas y el miedo de las corporaciones policíacas impedían que la información tuviese fuerza. Hasta “nuestro” reportero de nota roja se ausentó provisoriamente.
Al llegar a la redacción me encontré con una agradable sorpresa: Míler siguió su instinto periodístico, suspendió actividades en sociales, fotografió el operativo, imprimió las fotos y las dejó sobre mi escritorio, dándole fuerza a una nota que por cierto fue exclusiva.
Esos son algunos rasgos de su desempeño profesional. La parte humana es todavía más rica. Como dijo el conocido Padre Rafael Martínez Gallardo, al oficiar la misa por estos primeros ochenta años, Míler es un hombre que no guarda rencores, al que nadie puede decir que lo oyó expresarse inadecuadamente de otra persona. Como compañero de labores ha sido grande. Como amigo es excepcional.
Claro que ha habido alcaldes que lo ven llegar y se resignan a detener la marcha de su agenda porque hay que repetir la pose, el acceso a las instalaciones, hacer como que volvían a decir las palabras rituales. Si no ¿de qué otra manera iba él a cubrir ocho eventos sociales y dos o tres de información general en la misma noche?
Esta vida tan veloz e intensa ha sido disfrutable no sólo para goce de Antonieta su esposa, sus hijos Dany, Héctor y Yukié, sus nueras y yerno y los nietos que ya empiezan a poblar sus reuniones, sino para todos sus amigos y conocidos. Esta celebración de ochenta años es un canto a la vida. A la vida como se debe vivir.
Ochenta años y sigue siendo épico su grito de UNA MÁS, UNA MÁS, UNA MÁS, que ya es canto de todo el gremio.
El solo nombre de Héctor Müller Serrano evoca a los mazatlecos grandes acontecimientos contemporáneos. Hay razones para ello. Por décadas, no ha faltado a los hechos importantes de toda índole.
Müller cumple 80 años este 21 de marzo.
El Miler, como lo identifica todo mundo, es evocado por los mazatlecos como un dinamo cuya cuerda está siempre acelerada. Hoy no conduce tan rápido como antes, pero todavía va por encima del promedio. No tiene el don de la ubicuidad, pero es capaz de cubrir dos bodas al mismo tiempo, aunque para ello tenga que poner al sacerdote a repetir alguno de los pasos litúrgicos que él se haya perdido.
Es uno de los más asiduos asistentes a las iglesias, sin ser un religioso extremista, aunque por supuesto, ejerce la fe católica; y está en las grandes fiestas sin que beba en excesos o con frecuencia. Es el fotógrafo al que han acudido más familias en la historia de Mazatlán para que inmortalice sus momentos de trascendencia, de modo que su firma puede encontrarse en los álbumes fotográficos de bisabuelos, abuelos, padres e hijos.
La elegante escalera de su antigua casa aparece en las fotos de bodas, quinceaños y bautizos de cientos de personas y muchas de esas ceremonias se llevaron a cabo adecuadamente porque el propio Míler ordenó a los cortejos, ubicó a los actores y en algunos casos hasta corrigió a algún sacerdote que se adelantó, atrasó o entrambulicó con el ceremonial.
En todo ha estado y a todo le ha tomado fotos. EL colmo fue que haya retratado su propia boda. Ahí lo cazó otro lente, con el elegante smoking cruzado por las correas de tres o cuatro cámaras sobre su pecho.
Pero aunque se le conozca principalmente por la cobertura comercial o informativa de eventos sociales, ha sido un periodista completo. En 1976 la Planta Termoeléctrica amaneció un día con problemas técnicos muy serios. Héctor iba en su carro por ese rumbo y algo notó. Orillarse y sacar la cámara fue cuestión de segundos. La rapidez de su accionar le permitió tomar la foto del estallido. Al día siguiente El Sol del Pacífico destacó en su portada la imagen impresionante del cielo cubierto con un gigantesco hongo de humo, similar al que plasmaron las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. Por supuesto, ese año Mūller ganó el Premio Estatal de Periodismo en la rama de fotografía.
El gobernador Alfonso Genaro Calderón Velarde no empezaba los eventos si no había llegado El Chino Míler; Antonio Toledo Corro lo consideraba milagroso porque en la etapa de empleado bancario, Müller lo ayudaba poniendo hasta atrás las tarjetas donde se asentaban las deudas del Tigre a las que se debía ejecutar cobro; Francisco Labastida agrandaba su media sonrisa al verlo llegar apresurado para pedirle que repitiese el corte del listón, y así con los gobernadores subsecuentes..
Los Müller y los Tamayo de Culiacán lo “importaban” a la capital del estado para que les fotografiara todo tipo de eventos: sociales, empresariales, y gracias a ello logró generar un amplio mercado en esa ciudad. La Fraternidad Sinaloense en Los Ángeles, que encabeza José Ángel Barajas, lo considera un miembro destacado y los acompaña siempre, lo mismo que a Leones y Rotarios.
Sus amigos nos quedábamos angustiados cada semana santa porque sacaba y desempolvaba la legendaria Harley Davison de colección para enhebrar rebases de coches en el complicado tránsito vacacional. El pequeño cuerpo de Héctor parecía circular sobre un brioso caballo percherón mientras Martha Alicia González lo encomendaba ante todos los santos, escuchando en Alemán y Benito Juárez el poderoso zumbido del motor, que ya circulaba sobre Olas Altas.
Mi primer día de trabajo común con El Míler, en Sinaloa Opina, fue de sufrimiento. Siendo sábado, sólo disponía de ocho escuálidas notas para armar la edición. La salvación llegó como un rumor: hotel de la zona dorada estaba tomado por el Ejército. Fui y vi que en efecto, los soldados custodiaban las instalaciones. Pero el hermetismo de las fuerzas armadas y el miedo de las corporaciones policíacas impedían que la información tuviese fuerza. Hasta “nuestro” reportero de nota roja se ausentó provisoriamente.
Al llegar a la redacción me encontré con una agradable sorpresa: Míler siguió su instinto periodístico, suspendió actividades en sociales, fotografió el operativo, imprimió las fotos y las dejó sobre mi escritorio, dándole fuerza a una nota que por cierto fue exclusiva.
Esos son algunos rasgos de su desempeño profesional. La parte humana es todavía más rica. Como dijo el conocido Padre Rafael Martínez Gallardo, al oficiar la misa por estos primeros ochenta años, Míler es un hombre que no guarda rencores, al que nadie puede decir que lo oyó expresarse inadecuadamente de otra persona. Como compañero de labores ha sido grande. Como amigo es excepcional.
Claro que ha habido alcaldes que lo ven llegar y se resignan a detener la marcha de su agenda porque hay que repetir la pose, el acceso a las instalaciones, hacer como que volvían a decir las palabras rituales. Si no ¿de qué otra manera iba él a cubrir ocho eventos sociales y dos o tres de información general en la misma noche?
Esta vida tan veloz e intensa ha sido disfrutable no sólo para goce de Antonieta su esposa, sus hijos Dany, Héctor y Yukié, sus nueras y yerno y los nietos que ya empiezan a poblar sus reuniones, sino para todos sus amigos y conocidos. Esta celebración de ochenta años es un canto a la vida. A la vida como se debe vivir.
Ochenta años y sigue siendo épico su grito de UNA MÁS, UNA MÁS, UNA MÁS, que ya es canto de todo el gremio.
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