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miércoles, 11 de octubre de 2017

Visita a Los Mochis



Antonio Lerma Garay

Conocí por vez primera la ciudad de Los Mochis allá por el año de 1984 y una de las cosas que más me gustó de ella fue su monumento a Don Quijote. También lo ancho de sus calles y avenidas (Bulevares, les llaman aquí) lo cual da una sensación de libertad que no brindan las angostas calles de Mazatlán. 
El trazo ortogonal de sus calles nos recuerda que no fue una ciudad planeada por mexicanos, sino por estadounidenses. Pero “en todos lados se cuecen habas” dice un viejo y conocido refrán, refiriéndose a que cierto tipo de errores no son exclusivos de un solo lugar. Y México, me parece, es una cocina con treinta y dos ollas en las que en todas se cuecen habas. Y dentro de cada una de estas ollas vienen otras ollitas en las que se cuecen aun más habas.
En Mazatlán se ha preferido ocultar bustos y monumentos de personajes ilustres o de héroes locales, y trasladarlos a zonas alejadas del sitio donde originariamente fueron colocados: Juan Carrasco, Genaro Estrada Félix.
Supongo que cuando el escultor Joaquín Arias Méndez realizó para la ciudad de Los Mochis la escultura de Don Quijote de la Mancha y Sancho Panza, no imaginó que ésta terminaría ninguneada, oculta detrás de un letrero de madera que, a estas fechas comienza a derruirse por su parte trasera.
No entiendo la o la razones por las que el colorido letrero de la ciudad “Los Mochis”, en el cruce de las calles Gabriel Leyva y Jiquilpan, tuvo que ser colocado precisamente delante del monumento que rinde homenaje a Miguel de Cervantes Saavedra. En qué estaría pensando el presidente municipal de Ahome cuando permitió que esto sucediera.
“La alabanza propia envilece. “
El Ingenioso Hidalgo. Don Quijote de la Mancha, Capítulo XVI.

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