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miércoles, 12 de julio de 2017

Masacre en Altamar

Antonio Lerma Garay

Un viaje de Mazatlán a La Paz se convierte en un infierno para todos los pasajeros y para la tripulación cuando unos de los viajeros pierden la razón
El día treinta de abril de mil ochocientos sesenta y cinco la balandra Haydé estaba a punto de zarpar rumbo a La Paz, Baja California, cuando tres hombres llegaron en forma intempestiva con la clara intención de abordar el navío. Sin poner objeción alguna el señor Juan Bautista Chinelly, italiano quien era el dueño de la nave, les permitió el acceso. Uno de ellos era el francés  Carlos Magne, quien era egresado de la marina francesa, y había aparecido en Mazatlán piloteando su propio barco, el Mariquita Rey, con el que se dedicaba a la extracción de perlas. El segundo era un italiano de nombre Francisco Lazarini, subteniente en el ejército de su país que había peleado en la Guerra de Secesión, de Estados Unidos, y que había llegado a Mazatlán tras haber cruzado la frontera de Texas; su oficio en esta ciudad era simplemente vagar por las calles. Alejandro era el último de ellos, también nacido en Italia, un pobre hombre que se dedicaba vender pan en las plazuelas y calles de la ciudad.

Además de los hombres mencionados viajaban como pasajeros seis hombres, cinco mujeres, varios niños y un bebé, además de cuatro hombres de la tripulación. Entre los viajeros sobresalía la familia conformada por el español  Ramón Chao, su esposa embarazada y sus tres niñas. En el puerto sinaloense se había corrido el rumor que este señor transportaba varios miles de pesos.

Durante los primeros días del viaje no sucedió nada extraordinario. Pero la madrugada del día seis de mayo, ya en las cercanías de La Paz, mientras todos dormían los dos italianos y el francés apuñalaron a parte de la tripulación y de los pasajeros. En la oscuridad nocturna asesinaron al timonel, al cocinero y al mismo Chinelly, y otros. El señor  Chao tras ser apuñalado rodó hasta una bodega y fingió estar muerto. Luego de dar muerte a la mayoría de los hombres, cuatro en total, los homicidas descubrieron que este español no había muerto, pero simplemente lo encerraron en una bodega. Entonces reunieron a todas las mujeres y niños y los encerraron en ese mismo lugar. Con el barco en su poder, los homicidas lo dirigieron en dirección sureste.

Si bien Magne era un marinero experimentado, ni Lazarini o Alejandro sabían nada de navegación ni de barcos, razón por la que se vieron obligados a respetar la vida e integridad de dos de los marineros del Haydé,   de nombre Albino Bogarín y Anastacio Meza.  Sin embargo, las vidas de éstos pendían sólo de la necesidad que los criminales tuvieran de ellos.

Pero aún vendría lo peor para los que habían sobrevivido a la matanza de aquella noche. El día ocho siguiente los tres sujetos mostraron el grado de demencia que habían alcanzado. Ese día ejecutaron a todos los demás pasajeros con la mayor saña y crueldad.  Primero las víctimas fueron sacadas de su encierro y fueron alineadas sobre cubierta. Las mujeres fueron asesinadas no de una sola forma, sino que les fueron propinados puñaladas, palazos y hasta balazos. Enseguida fue el turno de los niños, unos simplemente fueron degollados; el fin de los otros fue peor ya que los homicidas estrellaron sus pequeñas cabezas contra la cubierta hasta dejarlos muertos. Ese día los dementes asesinaron a catorce personas. Los marineros Bogarín y Meza estaban aterrorizados, pero no se atrevían a mover un solo dedo para defender a aquellos inocentes.

El día trece del mismo mes el buque pasaba por Cabo Corrientes ya llevando a bordo sólo a los dos marineros y los tres dementes. El destino del barco sería Chiriquí, donde Magné tenía sus aposentos y familia. Los asesinos habían planeado llegar a ese sitio y vender todo cuanto transportaba el barco, incluido éste, con tal fin habían obtenido un rol en blanco de uno de los empleados de la capitanía de puerto de Mazatlán, canario de nacimiento apellidado Casamayor.

Sin embargo, los sentimientos traicionaban a los homicidas ya que ese día el Haydé pasó cerca del pailebot Joven Arturo, el cual les saludó largándoles su bandera. Este acto despertó los temores de los tres dementes y creyendo que este navío les ordenaba detenerse dirigieron el suyo hacía la orilla. Esa noche anclaron en una playa de Valle de Banderas, del actual estado de Nayarit, pero su primera acción fue echar el barco a pique. Viéndose en tierra firme los marineros Bogarín y Meza aprovecharon el primer descuido de los verdugos para escapar. Temiendo que éstos vendrían tras de ellos, los marineros se internaron en el monte a toda prisa. Uno de los sobrevivientes se dirigió a San Blas y dio aviso a las autoridades      

Mientras tanto, en Mazatlán se sospechaba que algo había ocurrido con el barco Haydé ya que no se tenían noticias de él. También se supo que tres hombres sospechosos se habían presentado en un pueblo llamado Tomates, en el actual estado de Nayarit. Además, tomando en consideración los malos antecedentes de los tres hombres, las autoridades locales enviaron una embarcación que recorriera la costa e investigara al respecto. Cuando este navío llegó San Blas encontró al marinero que había hecho la denuncia. Los pormenores de la matanza llegaron a Mazatlán sin dilación. Las autoridades mazatlecas iniciaron las investigaciones, y el primer detenido fue el empleado de capitanía de puerto, Casamayor, a quien se acusó de ser cómplice de los asesinos y de proporcionarles el rol en blanco. La actitud de Chinelly, al permitir que los tres hombres abordasen el barco de última hora también despertó sospechas, y se especulaba que de alguna forma él formaba parte del plan. Corrió la versión de que en el último momento aquél se había arrepentido y que por eso había sido asesinado. 

En Valle de Banderas un nutrido grupo de policías rastreaba la zona donde habían sido vistos los homicidas. Muy pronto los localizaron y los coparon. Al verse sin escapatoria, el italiano Alejandro prefirió arrojarse a un precipicio  donde encontró la muerte al chocar contra las rocas. Pero Magné y Lazarini fueron aprehendidos y trasladados en barco hasta Mazatlán.

A las once y media de la mañana del diecisiete de junio el buque que transportaba a los homicidas ancló en las aguas de este puerto. Una elevada cantidad de mazatlecos se concentró en los muelles para ver a aquellos dementes, y con todo tipo de exclamaciones les acompañaron desde ese punto hasta que fueron introducidos y encerrados en la cárcel de la localidad.

La nota le dio la vuelta al mundo. Periódicos de Estados Unidos, España, Francia y de otros países dieron a  conocer esta tragedia.

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