------

domingo, 30 de abril de 2017

Mazatlán en 1862

Antonio Lerma Garay

El presente artículo es traducción de una nota aparecida en un diario estadounidense el día 22 de diciembre de 1862, la cual fue firmada por un hombre quien sólo se hizo llamar como «liberal».
La nota proporciona descripciones no sólo Mazatlán, sino además los principales puertos del Pacífico mexicano en aquel entonces. Según el autor, en esa misma época Guaymas tenía 2000 habitantes; San Blas 200; de Manzanillo no dice su número de habitantes, pero sí que consistía de unas veinticinco chozas; en Acapulco encontró 3500 habitantes. Puede usted notar que el número total de los habitantes de los otros puertos (suponiendo que en cada casa de Manzanillo habitaran diez personas, dando un total de 250) no llegaba ni al 50 % de la población del puerto sinaloense.
Mazatlán
Para quien ha vivido cualquier período de tiempo en el interior de México, Mazatlán parece como si perteneciera a otro país. Probablemente esto se debe a la influencia extranjera ejercida sobre este puerto en los últimos veinte años. Las calles presentan una apariencia más vívida, la gente tiene la apariencia del negocio y se mueven alrededor de éste con más energía. Los banqueros tiene dinero, los comerciantes casas de negocios, los empleados tienen patrones, y los agentes aduanales tienen manifiestos. Los mineros al menos parecen tener minas y ciertamente las tienen como tantas rocas hay en Guaymas por esta curiosidad: mientras que hay madres e hijos en abundancia, los padres y esposos son tan escasos como en aquél. Hay unos 1500 soldados aquí, bien armados y bien uniformados, pero mal pagados y mal alimentados –son una buena tropa, excepto por los hombres. Como aquí es la sede de los poderes del gobierno, esto hace una diferencia considerable en la apariencia de las cosas, ya que el gobernador siempre tiene alrededor de él muchos oficiales y un gran número de oficiales es llamado del interior del estado a la capital para atender sus negocios con los oficiales del gobierno, etcétera, quienes tienen poco o nada qué hacer pero tienen dinero para gastar, o crédito al menos. Por lo que con bailes, paseos, música, etcétera, la ciudad tiene una apariencia alegre.
Mazatlán contiene casi 12 000 habitantes, incluyendo quizá 600 extranjeros –alemanes más que de otras nacionalidades, y sólo hay nueve estadounidenses además de los mineros, que suman unos sesenta más; pero es raro verlos ya que las minas de este distrito distan de treinta a cien millas. Las calles aquí están bien pavimentadas y tan limpias como es posible, la costumbre en las ciudades de México. Las casas son de un solo piso (otra costumbre en México) aunque tenemos varias buenas casas de dos plantas; las mejores pertenecen al doctor E. Beaven, un viejo residente estadounidense. La Aduana es también una buena estructura, un ornamento de la ciudad y construido por el gobernador presente, Vega. La casa capitular es igual digna de ser notada, edificio grande y bien construido, pero de un piso, para estar seguro. Está construida en el centro de un cuadrado rodeado por fina herrería. Un reloj se encuentra sobre la entrada principal, una mejoría muy necesitada aquí, pero que apenas hace unos tres años que se proporcionó. El edificio contiene todas las oficinas municipales, la comisaría y la escuela pública.
La iglesia es pequeña, pero en ella cabrían todos los hombres justos de esta ciudad aunque fuera mucho más pequeña. Sin embargo, una iglesia muy grande está en proceso de construcción. Fue comenzada hace unos ocho años, y ya lleva la mitad terminada. La cárcel es cómoda, pero como las autoridades de la ciudad no creen en apoyar a los prisioneros en su falta de quehacer, proporcionándoles un trabajo saludable, guardias tienen que cuidarlos constantemente para evitar que se escapen.
Hay varios hoteles que disfrutan los nombres de Nacional, Cosmopolitan, Americano, Marino, etcétera, y en algunos de éstos se puede tener la más excelente comida, y cualquiera que desee «hacer brindis» puede hacerlo con hielo y popote. También tienen muy buena agua, pero sería mucho mejor si la trajeran del río que dista unas dieciocho millas. Se especula, a propósito, que alguien debería ver esta oportunidad para algunos de sus lectores empresarios mejor que los mineros, sólo se requiere de un pequeño capital ya que es una de las ciudades de mayor crecimiento en México.
En cuanto a diversión, tenemos los «paseos» en las dos plazas, donde todo el mundo se congrega por las tardes; un salón de baile, generalmente lleno; «caballitos voladores» y caballitos que no vuelan la «Gran Sociedad» donde los devotos del mantel verde pueden ser «alivianados» hasta su corazón. Tienen también un teatro, pero no hay actores en el presente; también un ruedo para pelea de gallos y una plaza de toros, de los que uno siempre está ocupado.
El general y gobernador Vega ha causado que se establezca una escuela comercial en Mazatlán –muy necesitada dese hace mucho tiempo, pero que ningún otro gobernador pensó en ella. Tiene proyectado el establecimiento de una escuela militar tan pronto como el tesoro lo permita. El próximo verano, probablemente, si los franceses nos dejan en paz, veremos la consumación de esta idea. De hecho, y ya para terminar con mis notas acerca de Mazatlán, esta ciudad y puerto es la más próspera y de más rápido crecimiento en toda la república, y durante los pasados tres años los más grandes cambios han tenido lugar aquí, política, moral y socialmente, para mejorar, y la marcha sigue adelante.
(Fotografía: Plano de Mazatlán durante la Intervención Francesa –bueno, así lo querían ellos: ortogonal).

0 comentarios: