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lunes, 31 de julio de 2017

El hielo llega a Mazatlán

Antonio Lerma Garay

Cómo y cuándo llegó el hielo a Mazatlán. De dónde lo trajeron, quién era su dueño
J. Woodley, capitán de la Goleta Emma, de 200 toneladas, tenía proyectado zarpar de San Francisco, California, rumbo a los puertos mexicanos de Mazatlán y Guaymas el día 17 de mayo de 1861. Sin embargo, por alguna desconocida razón le fue imposible salir ese día. No fue sino hasta el día 20 de ese mes cuando el buque partió rumbo a los citados puertos llevando, además de los pasajeros, vinos, una carreta, medicinas, queroseno, pinturas, pólvora, cohetes, una máquina de coser y varios artículos más, cuyo valor ascendía a 9618.03 dólares.

Pero el agente naviero de este buque, señor W. Schleiden, exportaba hacia Mazatlán un artículo nunca antes visto en esta ciudad: hielo. Sí, agua en estado sólido. Y no se trataba de unas cuantas barritas, sino de 40 toneladas de hielo fabricado en la ciudad de San Francisco.

Es raro que no haya quedado registro de la fecha exacta en que el Emma ancló en las aguas mazatlecas. Sin embargo, tomando en consideración que zarpó del puerto californiano el día 20 de mayo y que en dicho viaje este navío hacía un promedio de 13 a 15 días, seguro es que la primera vez que llegó hielo artificialmente fabricado a Mazatlán fue en los primeros días de junio de 1861. El hielo fue una de las máximas sensaciones en Mazatlán, incluso de inmediato algunos locales comenzaron a llamar «agua dura».

Cuenta la leyenda que el hielo que venía de San Francisco era depositado en el Cerro de la Nevería, pero no sucedió así con este cargamento. El señor Schleiden lo hizo guardar en un vagón cubierto, al parecer cerca del Hotel de Las Diligencias, y comenzó a venderlo a los comerciantes locales.

En esa época eran dos los salones principales existentes en Mazatlán: «La Sociedad», en las cercanías de la Plazuela Machado al que acudían las personas con recursos; y «El Café de los Baños» frecuentada por personas de clases inferiores. Era junio, el calor ya llegaba a los 35° centígrados a la sombra, y apenas el hielo había desembarcado las bebidas alcohólicas frías comenzaron a ser servidas en estos establecimientos.

Pero no nada más las bebidas alcohólicas merecían un trozo de hielo, de inmediato limonadas y naranjadas comenzaron a ser vendidas frías en otros establecimientos. Los mazatlecos tenía un nuevo lujo, que no en cualquier otra ciudad o población de México se podía disfrutar: bebidas heladas. Y, también gracias al hielo traído por el Emma, casi de inmediato alguien comenzó a vender «nieves» de sabores por las calles de Mazatlán, aunque en realidad ésta distaba mucho de ser nieve de verdad.

El señor Shleiden no sólo era un comerciante, era un buen comerciante, y para celebrar la llegada del hielo a Mazatlán mandó imprimir pósters que mandó colocar en diversas partes de la ciudad, en los que sobre un fondo verde, blanco y rojo se leía:

“Fiebres, Calenturas, Jaquecas,

Tristezas y aun Mal de Amor.

En Todo y por Todo se Alivian

Con Hielo o Con Nieve, Señor”

Y entonces la curiosidad mató al gato. Perdón, al ignorante:

Un indio proveniente de uno de los pueblos del interior quedó maravillado al conocer la «agua dura» y de inmediato ideó un plan para llevarla hasta su pueblo, para que los de su tribu conocieran aquella maravilla. El hombre se introdujo al vagón, robó un gran pedazo de hielo y antes de que nadie pudiera hacer nada varias personas lo vieron huir con él manos. El hombre ignorante, desconociendo la naturaleza del hielo, creyó que éste llegaría intacto hasta su destino. Pero grande debe haber sido su sorpresa al ver que poco a poco se derretía. Seguro es que aun soportando la sensación de ardor durante minutos, ni un poco de esa «agua dura» pudo llegar siquiera a El Castillo o a El Venadillo.

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