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lunes, 29 de mayo de 2017

Ovacionan los sinaloenses al flautista Horacio Franco con la OSSLA



* Por primera vez dirige a nuestra Orquesta y toca la flauta, entre el reconocimiento del público en el TPV
Con alrededor de 30 años visitando Sinaloa, el gran flautista mexicano Horacio Franco, fue vitoreado de pie en repetidas ocasiones en su concierto del jueves 25 de mayo por la noche en el Teatro Pablo de Villavicencio, donde tocó y dirigió a la vez a la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes, acción que equiparara en días pasados como “chiflar y comer pinole al mismo tiempo”.
Dentro de la Temporada de Primavera 2017 Fantástica, el reconocido intérprete que en 1987 visitó Sinaloa por vez primera como flautista miembro del grupo Solistas de México, empezó sus trabajos de dirección en 1993 con la Capela Cervantina, para tocar en el Festival Cervantino de ese año, según comentarios previos de Aldo Rodríguez, durante su Charla Introductoria, previa al concierto, en el vestíbulo del Teatro.
El concierto abrió con la pieza Chacona, de Henry Purcell, con la sección de cuerdas de la Orquesta y la maestra Aigul Kulova en el bajo continuo, en el clavecín. Ataviado con un pantalón y camisa que combinaba el negro con el blanco en bloques verticales, con su aspecto de fauno con aretes y piercings, Franco parecía bailar un ritmo moderno más que dirigir a los músicos, vestidos estos con ropas de colores y de pie en algunas piezas.
Luego siguió la Sinfonía No.26 “Lamentatione” en Re menor, Hob. 1:26, de Franz Joseph Haydn, una pieza breve aun con sus tres movimientos, en el que se sumaron algunos metales: dos cornos, dos clarinetes y el corno inglés.
El primer apoteosis fue en la tercera pieza, cuando interpretó el Concierto en Sol mayor, RV. 312, de Antonio Vivaldi (con arreglos de Jean Cassignol), en la que tocó y dirigió con su flauta sopranino, los tres movimientos; una pieza hermosa, desenfadada, al jocoso estilo del renacentista Vivaldi con una flauta que volaba entre trinos. Los aplausos fueron unánimes, los bravos menudearon, y muchos asistentes se pusieron de pie en reconocimiento al artista.
Tras el intermedio, siguieron las sorpresas con la breve Fantazia: Threepartson a ground, de Henry Purcell, luego  la Sinfonía No.1 en Re Mayor, H. 663 Wq. 183, de C. P. Emmanuel Bach, interpretadas por la sección de cuerdas y unos cuantos metales y el clavecín, con aplausos que no decaían.
Pero el público volvió a expresar su júbilo al escuchar el Concierto en Do mayor RV 443, para flauta sopranino, cuerdas y continuo, de Vivaldi, en tres movimientos (Allegro, Largo, Allegro); y aunque no se permite aplaudir entre movimientos, hubo algunos que no pudieron evitarlo al término del primero y se empeñaron en continuar pese a los “shht” de los demás. Al término, sí, todo mundo aplaudiendo, muchos de pie y los más cercanos al músico, declarándole su admiración.

Cerró con la Sinfonía No. 39 Sol menor  Hob. 1:39, de Haydn, en cuatro movimientos, que aunque no entusiasmó lo mismo que la flauta, sí mostró las facultades directivas del intérprete y como fue el cierre, se le brindó una larga y enorme ovación de pie entre aplausos sin fin, mientras el artista recibía un ramo de flores que distribuyó una a una entre las damas de la Orquesta, mientras felicitaba a los primeros de cada sección y agradecía al público. Todo a una, en una noche sinceramente jubilosa.

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