Con alrededor de 30 años visitando Sinaloa, el gran
flautista mexicano Horacio Franco, fue vitoreado de pie en repetidas ocasiones
en su concierto del jueves 25 de mayo por la noche en el Teatro Pablo de
Villavicencio, donde tocó y dirigió a la vez a la Orquesta Sinfónica Sinaloa de
las Artes, acción que equiparara en días pasados como “chiflar y comer pinole
al mismo tiempo”.
Dentro de la Temporada de Primavera 2017 Fantástica, el reconocido intérprete que
en 1987 visitó Sinaloa por vez primera como flautista miembro del grupo
Solistas de México, empezó sus trabajos de dirección en 1993 con la Capela
Cervantina, para tocar en el Festival Cervantino de ese año, según comentarios
previos de Aldo Rodríguez, durante su Charla
Introductoria, previa al concierto, en el vestíbulo del Teatro.
El concierto abrió con la pieza Chacona, de Henry Purcell, con la sección de cuerdas de la Orquesta
y la maestra Aigul Kulova en el bajo continuo, en el clavecín. Ataviado con un
pantalón y camisa que combinaba el negro con el blanco en bloques verticales,
con su aspecto de fauno con aretes y piercings,
Franco parecía bailar un ritmo moderno más que dirigir a los músicos, vestidos
estos con ropas de colores y de pie en algunas piezas.
Luego siguió la Sinfonía
No.26 “Lamentatione” en Re menor, Hob. 1:26, de Franz Joseph Haydn, una
pieza breve aun con sus tres movimientos, en el que se sumaron algunos metales:
dos cornos, dos clarinetes y el corno inglés.
El primer apoteosis fue en la tercera pieza, cuando
interpretó el Concierto en Sol mayor, RV.
312, de Antonio Vivaldi (con arreglos de Jean Cassignol), en la que tocó y
dirigió con su flauta sopranino, los tres movimientos; una pieza hermosa,
desenfadada, al jocoso estilo del renacentista Vivaldi con una flauta que
volaba entre trinos. Los aplausos fueron unánimes, los bravos menudearon, y
muchos asistentes se pusieron de pie en reconocimiento al artista.
Tras el intermedio, siguieron las sorpresas con la breve
Fantazia: Threepartson a ground, de Henry
Purcell, luego la Sinfonía No.1 en Re Mayor, H. 663 Wq. 183, de C. P. Emmanuel Bach,
interpretadas por la sección de cuerdas y unos cuantos metales y el clavecín,
con aplausos que no decaían.
Pero el público volvió a expresar su júbilo al
escuchar el Concierto en Do mayor RV 443,
para flauta sopranino, cuerdas y continuo, de Vivaldi, en tres movimientos
(Allegro, Largo, Allegro); y aunque
no se permite aplaudir entre movimientos, hubo algunos que no pudieron evitarlo
al término del primero y se empeñaron en continuar pese a los “shht” de los
demás. Al término, sí, todo mundo aplaudiendo, muchos de pie y los más cercanos
al músico, declarándole su admiración.
Cerró con la Sinfonía
No. 39 Sol menor Hob. 1:39, de Haydn,
en cuatro movimientos, que aunque no entusiasmó lo mismo que la flauta, sí
mostró las facultades directivas del intérprete y como fue el cierre, se le
brindó una larga y enorme ovación de pie entre aplausos sin fin, mientras el
artista recibía un ramo de flores que distribuyó una a una entre las damas de
la Orquesta, mientras felicitaba a los primeros de cada sección y agradecía al
público. Todo a una, en una noche sinceramente jubilosa.
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