Juliana Pérez Arroyo fue la primera reportera en Mazatlán.
El gremio era dominado por hombres de diversas edades y procedencias. Las mujeres se limitaban al área de sociales o las zonas administrativas. Alguna señora destacada, como la Nana Ramírez, escribían artículos -sus cuentos eran maravillosos- pero en la búsqueda diaria de la información no las había hasta que llegó Juliana.
Y lo hizo con gran fuerza. Sus reportajes para Noroeste eran incisivos, se hizo rápido de una destacada presencia profesional, aun cuando su periódico se editaba en Culiacán y circulaba allá mayormente.
Hizo también una larga carrera en El Sol del Pacífico, donde realizó importantes aportaciones con la calidad de su trabajo.
Sería, profesional, debió sortear el acoso de la manada, que no sólo la veían como tierra de conquista, sino como una competencia desleal que frecuentemente les sacaba ventaja sobre los temas importantes.
Nunca le reconocimos esos méritos. No lo hicimos en buena medida porque siempre vimos en ella a una mujer fuerte, que daría para mucho tiempo más.
En algún momento cambió su carrera hacia el magisterio, donde se jubiló. La encontré dos o tres veces en el Congreso del Estado, gestionando apoyos para que se pagaran pendientes a los jubilados de Cobaes. Esa jubilación le quitó la vitalidad. Apartarse de su actividad cotidiana le acentuó los males físicos.
La extrañaremos como la gran compañera que fue, el ser humano que nos dio cátedras de lucha y como la reportera que abrió camino para cientos de mujeres que hoy dominan al gremio.
Por supuesto, la despedimos con mucho afecto.
Francisco Chiquete Cristerna
0 comentarios:
Publicar un comentario