Hace unas cuantas semanas el ayuntamiento de Mazatlán, encabezado por el alcalde Fernando Pucheta emitió un acuerdo por el que decidió cambiar el nombre de la calle “Reforma”, imponiéndole el de una persona que aún vive.
Cambiar el nombre de una calle o de una colonia es un atentado en contra de la Historia y de la Cultura de la ciudad. Una calle y su nombre no son entes ajenos a la cultura e identidad de la gente, del pueblo; todo lo contrario. Por una calle la gente, el pueblo, transita, camina, se pasea, va de compras, estudia, trabaja, habita. Con esta casi imperceptible relación entre el pueblo y una determinada calle, el nombre de ésta deja de ser una simple denominación, trasciende y se convierte en parte de la cultura del pueblo a través de la costumbre y de la tradición.
La definición de “cultura” que sostiene la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) coadyuva en mi planteamiento: «...la cultura puede considerarse actualmente como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias y que la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden. »
Sin embargo, ayer me llegó una nota periodística de Pedro Seminario en el que anuncia que dicho cambio de nombre queda revocado. A la letra, dice asi:
«En un encuentro informal, previo a la ceremonia de toma de protesta del Rector de la UAS, el gobernador del estado, Quirino Ordaz Coppel le comentó al maestro José Ángel Pescador Osuna, distinguido miembro de El Colegio de Sinaloa y Director del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) en Sinaloa, que podía estar tranquilo ya que ya no se impondría el nombre de Lety Coppel a la avenida Reforma en el puerto de Mazatlán, respetando con ello la historia. Quirino dijo al respecto que vale la pena imponer a una calle el nombre de la extraordinaria mujer altruista, para lo cual se pueden analizar otras opciones en alguna otra zona de la ciudad.»
No obstante, aún queda en el aire el que se cambie de nombre a otra calle de la ciudad. En este punto me atrevo a preguntar ¿Cuál es la necesidad de cambiarle el nombre a una calle? ¿Acaso no puede el ayuntamiento pedir a una fraccionadora poner el nombre de la persona a quien se desea honrar a una calle o avenida que apenas va a ser inaugurada? Ahí está Pradera Dorada VI que apenas está en proceso de apertura y seguro hay varias más.
Antonio Lerma Garay
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