APUNTES DE REPORTERO
- Por José
Angel Sánchez López -
No hace falta conocer el peligro
para tener miedo; de hecho, los peligros desconocidos son los que inspiran más
temor. Alejandro
Dumas
En la vida siempre hay riesgos.
En la vida del reportero hay más de
los del ciudadano común y corriente, no solo a los que tiene que enfrentarse
cuando es crítico ante poderosos y atrabiliarios gobernantes o cuando toca
intereses de grupos peligrosos.
Víctimas de ambos han caído decenas
de periodistas sinaloenses, cuyos nombres en este espacio hemos enumerado
anteriormente.
Pero también cuando el reportero
acude a dar cobertura a eventos hay riesgos… y de muerte!
Quien esto escribe y otros
compañeros y amigos de la prensa mazatleca vivimos una terrible experiencia que
a punto estuvo de costarnos la vida al desplomarse el avión en que volábamos al
regresar de una gira de trabajo.
Fue en Agosto de 1992. Francisco
Labastida Ochoa gobernaba en Sinaloa y Carlos Hank González era Secretario de
Agricultura y Recursos Hidráulicos en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
En febrero de ese año el Presidente
Salinas ordenó el inicio de la presa de Huites y hubo un acto en el que
estuvieron presentes Hank González, el Gobernador Labastida Ochoa y el
Gobernador de Sonora Manlio Fabio Beltrones.
Ceremonia y fotos, pero sería hasta
agosto cuando se iniciaran en firme las obras de construcción del gigante
hidráulico que hoy lleva el nombre de Luis Donaldo Colosio Murrieta.
Vino de nuevo Hank González pero
ahora, además del inicio de la presa realizaría una gira de dos días por centro
y norte de Sinaloa.
Para ello el Gobernador Labastida
Ochoa invita a periodistas para cubrir la gira y pone a disposición de los que
vendrían de Mazatlán un avión Cessna 421, un bimotor turbohélice que era
propiedad de un grupo de agricultores encabezados por Juan Burgos Pinto, por
esas fechas Secretario General de Gobierno.
Así, una agradable mañana abordamos
el flamante avión los periodistas Francisco Chiquete Cristerna, Fernando Zepeda
Hurtado, Juan Guízar, Felipe Guerrero, el reportero gráfico José Angel
Maldonado y el que esto escribe.
Volamos directamente a Choix donde
nos unimos a la comitiva del Gobernador y el titular de la SARH para
trasladarnos por tierra a la boquilla de Huites y ser testigos del segundo
“bombillazo” (explosión dinamitera) que, ahora sí, ponía en marcha las obras.
De ahí al avión, escala en El Fuerte
para un evento y luego regreso a Mazatlán.
Al día siguiente nuevamente fue el
avión por nosotros para trasladarnos a Los Mochis y de ahí a Culiacán en donde
Hank González cerraba su gira.
Todo iba muy bien. Cada quien hacía
su trabajo reporteril, con Ignacio “Nacho” Lara, coordinador de Comunicación
Social con Labastida, pendiente de recibir el material y enviarlo a las
respectivas redacciones.
A media tarde abordamos de nuevo el
flamante Cessna 421 tripulado por un Capitán piloto y su copiloto, ambos muy
atentos que en cada escala se colocaban a la orilla de la escalinata.
Despegó la aeronave enfilando rumbo
a Mazatlán.
El grupo de periodistas regresaba
animado, charlando entre broma y broma.
Todo iba muy bien. Excelente, hasta
que…
En las inmediaciones de La Cruz de
Elota el avión se desplomó.
¡En caída libre!
Nuestras cabezas, incluidas las de
Chiquete y Maldonado que eran casi del mismo peso (¡pesado!) dieron con el
techo.
Alcancé a gritarles “los cinturones…
agárrense…”
Después de caer por varios segundos
que parecieron minutos y hasta horas, el avión comenzó a dar tumbos hasta que
finalmente se estabilizó.
Medio repuesto del susto observé por
la ventanilla y les dije a los compañeros “vamos de regreso a Culiacán”.
Chiquete replicó “no, vamos a
Mazatlán”.
Le indiqué la vista por la ventanilla:
“mira cuando salimos teníamos el mar a la derecha, ahorita está a la izquierda”
Escuchamos entonces la voz del
piloto: “si, vamos de regreso a Culiacán”.
Luego, silencio total hasta que
aterrizamos y el avión entró al hangar de Gobierno de Estado.
La cortesía que observara antes la
tripulación quedó en la caída libre, porque el piloto salió rápido de la cabina
abrió la puerta, bajó la escalera y saltó a tierra.
Bajé tras él, estaba bajo el ala con
un cigarro en la boca tratando de encenderlo y le señalé que estaba bajo un
tanque de combustible. Se quitó rápido y salió del hangar.
Instantes después llegó hasta
nosotros el Capitán Ignacio Gastélum, jefe de pilotos del Gobierno que antes y
durante varios años trabajara para la Comisión del Río Fuerte.
Después de intercambiar unas
palabras con el piloto se dirigió a nosotros y nos explicó que el avión había
entrado en una nube clasificada como Cumulonimbus en cuyo interior existen corrientes de aire hasta superiores a los 200
kph, algunas con bolas de hielo.
Caímos en una corriente descendente
que nos desplomó casi 3000 pies, según nos informó el experimentado Capitán
Gastélum.
La pericia del piloto y el tipo de
avión turbo hélice presurizado nos salvó.
“Si hubieran volado en un avión más
chico no estaríamos platicando”, nos dijo.
Al rato llegó Nacho Lara para
informarse del estado de los integrantes del grupo, trasladándonos al Hotel
Executivo.
Dormirán aquí y mañana por la mañana
los lleva de regreso el avión.
Ante ese anuncio Fernando Zepeda
exclamó: “¡Ni madre… yo no me subo ya al avión. Me voy en camión…!
Y así lo hizo.
El resto, repuestos del susto con
los calmantes líquidos originarios de Francia y Escocia si volvimos a subir al
avión, no con cierto recelo al pasar por la zona de La Cruz de Elota.
Pero nada, el retorno a Mazatlán fue
tranquilo pues ya no había ninguna Cumulonimbus.
El susto quedó como anécdota para
estos APUNTES.
Cabe señalar que la zona donde se
registró este incidente es la misma en donde el avión en que años después
viajaba el Gobernador Juan S. Millán sufrió otro desplome parecido.
0 comentarios:
Publicar un comentario